jueves, 4 de septiembre de 2008

La encontré con Tormes

Aliviado me encontré cuando supe que vivía aquella por la que decidí morir en los pasados. Como si de una vida nueva viniera a mí, y volviérame con el mismísimo diablo que me hizo tanto castigo y aún así suficiente no escarmenté, pues fui yo quien la llamó como quien llama a la desdicha y bien de buenas me recibió, más no existía manera distinta que esa por el buen trato, sálveme tiempos de olvido, con los que juntábamos memorias que presto llegaba yo a retomar. Y digese a mis tripas que no caería en el mismo hoyo, y el hambre me enterrara con muerte si volviese de igual destino al que antaño me dejó seco como las espigas sedientas. Pues con la experiencia que es de más grado que la calor, o así se dice por mis parcelas, escogiera el camino sin apenas piedras que no destrozasen mis andares, y en espera de su parla callé, y bien fue mi sorpresa al despedirse como tal saludo, que de prisas se comía, más no quise entorpecer su paso de troteo, y díjome que pararíamos a conversar en pronto terminase sus menesteres. Pues pese a mi paciencia que es menos que la esperanza, quedé con tal sonrisa que ni el quijote igualaría en bravura y sincera, y en vista que la hora no corría como debiera, túveme que esperarla como mercenario que espera sus dineros. Y aquí me ando leyendo al bueno de Lazaro, que de pillo y escritura me valgo.

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