viernes, 2 de mayo de 2008

Tres ilógicos pensamientos que dan que pensar

A veces pienso que vivo en un mundo que no es real, en el que yo soy protagonista de la película de mi vida, sabiendo lo que va a pasar en cada instante, manejándome por la situación como pez en el agua. Me preguntas para que te de las respuestas concretas que sentía decirte, y te sorprendo con cualquier memez sin importancia, pero solo sueño despierto bajo el manto de la oscura y fresca soledad que cierne aún más si cabe la irrealidad de mi pensar, pues todo es bonito, y cuando el sueño dura demasiado es que anuncia su fin. Momento de abrir los ojos de las pupilas para cerrar los de la mente y resignarse a una historia que poco tiene que ver con la de hace un minuto.

Desesperación siento por lo precipitado que soy, tan fugaz que en un momento creo un mundo distinto al que pertenezco y vivo en él durante un tiempo, solo hasta que se extingue, y como si de una nube se tratara caigo a la cruda realidad produciendo heridas que con el pasar de los días terminan por cicatrizar. Hay momentos en los que desearía sumergir mi cabeza en agua y despejarme de lo estúpido que llego a parecer, de respirar bastamente aire puro con fin de tranquilizarme, y a partir de ahí sacudirme un par de bofetazos bien dados que me quiten la tontería.

Si tuviera en mi poder el cambiar algo de mi vida sería mi cabeza que es mi orgullo y perdición, capaz de mudar bocas y ahorcarse repentinamente, donde con calma no tiene fronteras y a la mínima presión se aplana, y la dichosa costumbre de pensar –que dicen que es saludable– que me crea nuevos inconvenientes, errores y deslices, más cuando quiere, logra ser eficiente. Sobre todo la cambiaria porque no me deja ser libre de los actos que analizo, y si pasan de largo el escaneo ya llegará el momento de auto-exclavitud educadora. Aunque la quiero demasiado porque sin ella no sería yo, y mi yo sin mente, es un yo vacío como el montón de yo's vacios que pululan por ahí.